RUPERTO LONG.
OPINIÓN PERSONAL.
Con 8 años, Charlotte Grunberg, belga de origen judío, vivió la Segunda Guerra Mundial escondida en un ropero para no ser enviada a un campo de concentración. Tras setenta años de silencio, su historia ha salido a la luz con la novela La niña que miraba los trenes partir del escritor uruguayo Ruperto Long.
La novela da voz a Charlotte, pero también a su tío Alter, miembro del Consejo Judío del gueto de Varsovia; al uruguayo Domingo López Delgado, que se unió como voluntario de las fuerzas de la Francia Libre, y al militar de origen georgiano Dimitri Amilakvari, que se puso al frente de la Legión Extranjera para cambiar el curso de la historia.
Los hechos relatados nos interpelan y nos dejan sin protección frente a la violencia indiscriminada que los humanos pueden realizar cuando las supuestas ideologías o la ambición por el dinero guían las acciones de las autoridades y sus acólitos y son obedecidos, defendidos sin cuestionamientos por una población sumisa.
Porque Hitler no habría sido lo que fue y exterminado a los millones de personas que exterminó si muchos seres humanos no hubieran pensado lo mismo que él y admirado que hiciera lo que ellos no eran capaces, aunque lo deseaban.
Sin embargo, el libro es un canto de esperanza y de libertad. Hay que atravesarlo sin anestesia, llegar al fondo del espanto para resurgir admirado de la solidaridad, amor, entrega y bondad que pueden manifestarse en las condiciones más extremas.
La guerra que pretende resolver conflictos y justicia matando a enemigos y a cuantos se atreven a pensar y actuar de manera diferente al gobernante de turno también puede ser lugar de heroísmos y entrega por los demás.
PUNTUACIÓN.
4/5 !!!!
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